¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Y en la tierra Paz y buena voluntad para con los hombres!
El profeta Isaías dijo que el Salvador que nació sería Príncipe de paz. (Isaías 9:6)
Para algunas personas como Simeón la paz llegó al conocer a Jesús.
Aquel hombre que esperaba la consolación de Israel tenía el Espíritu Santo.
Y Simeón le dijo a los padres de Jesús:
«Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.» Lucas 2:29-32
Para conseguir la paz y que el Señor despidiera a Simeón en paz Dios cumplió su Palabra de hacerse hombre.
Y hemos leído que esto no se hizo en secreto,
el nacimiento de Jesús y toda su vida fue algo visible para todos.
Los padres de Jesús escucharon maravillados aquellas buenas noticias de Simeón. El niño sólo tenía unos 40 días y ya estaban hablando bien de él. ¡Qué alegría! ¡Menudo orgullo! ¡Cómo nos gusta a los padres cuando hablan bien de nuestros hijos! Su hijo era el Salvador prometido a su pueblo.
Pero como he repetido, la paz viene después del conflicto. Y Simeón, además de estar alegre por su encuentro con Jesús, tiene que comunicar otra parte importante.
Según el texto, esta vez sólo a Maria.
Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
S. Lucas 2:34-35 RVR1960
Esta segunda parte del mensaje de Simeón es algo más gris, no es tan agradable en la Navidad.
Simeón estaba adelantando a Maria lo que pasaría más adelante. Que Jesús sería el detonante de muchos problemas entre sus hermanos y que su muerte cambiaría el rumbo de la historia de la humanidad. Revelaría lo que de verdad existe en el corazón de los hombres y moriría sufriendo como si a María se le clavase una espada en el alma.
Maria, como dice en varios versículos, viviría toda su vida con estas palabras guardadas en su corazón. Con todo el temor que suponía a la madre de un bebé de apenas 40 días.
¿Cómo sería su vida desde ese momento?
¡Menuda jarra de agua fría después de todo lo bueno que había dicho antes!
Y es que el mensaje de la navidad trae esperanza no sólo porque Jesús nació sino también por lo que haría el resto de su vida.
La caída y levantamiento de las personas sucedió cuando Jesús dijo la verdad, cuando fue honesto e íntegro. Porque Jesús vino al mundo a salvar.
Pero para salvar debía hablar del conflicto entre Dios y las personas. Y esto no iba a gustar a todos.
Jesús vino a salvar con todo lo que ello implicaba.
Jesús tendría que hablar de que el pecado separaba a las personas de Dios.
Y de que él era el único camino a Dios.
Pero esto no casa con lo que vemos o escuchamos en navidad.
Al pensar en el nacimiento de Jesús no queremos pensar en su muerte.
Y el mensaje de la Navidad se queda en un mensaje incompleto.
El Salvador trajo la paz mediante su nacimiento, muerte y resurrección.
Porque la verdadera paz la trajo Jesús a las personas que han abierto su corazón a las palabras de Jesús, personas que entendieron que había un conflicto, una separación entre ellos y su Creador y tuvieron fe en que la obra de Jesús es la única que puede salvar.
Hoy tenemos por delante un reto: contar la versión completa de la Navidad.
Esto nos provocará conflictos con otras personas.
Porque si queremos si queremos ser verdaderos cristianos tomaremos decisiones que sobretodo agraden a Dios. Y esto no les gustará, a veces a nuestros hermanos y otras a veces a nuestros amigos y familiares que no creen en el Señor. Que nosotros tomemos decisiones que por encima de todo agraden al Señor.
Y si hablamos de la Navidad y nos escuchan, si tienen interés también habrá conflictos.
Porque si escuchan el mensaje se harán preguntas. Como nosotros antes de creer en Jesús.
Si somos honestos con Dios y hablamos de Jesús nos pareceremos a nuestro maestro.
Hoy podemos tener paz porque nos arrepentimos de nuestros pecados, porque creemos que nuestras buenas acciones no son suficientes para presentarnos ante Dios. Y que el único que puede salvar, y puede cambiar esa situación de separación es el Señor Jesús.