Puedes leer esta predicación aquí:

Ninguno de nosotros estábamos preparados para vivir una pandemia. Es una situación completamente inesperada y hoy en día todos conocemos alguien que ha superado la enfermedad pero también a personas que han fallecido.

Reconozco que hay noches en las que me desvelo pensando en el futuro y le doy vueltas a todas estas cosas.

Y es difícil volver a conciliar el sueño.

Porque toda esta situación que está afectando a nuestra salud también afecta a nivel económico, afecta a nuestras relaciones pero incluso también a nivel espiritual.

Muchos nos sentimos frágiles y nos cuesta pensar en el futuro con claridad porque estamos notando que jamás tuvimos el control.

Es en ésos momentos de incertidumbre en los que agradezco que lleguen algunas palabras a la mente.

Son unas palabras de Jesús en el Evangelio de Juan.

Leemos en S. Juan 10:27-30 «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.»

Leyendo estas palabras siento paz, esperanza, consuelo y siento seguridad sabiendo que hay alguien que hoy se preocupa por mi y que jamás me abandonará.

¿Pero quién dijo Jesús que era para que hoy yo pueda sentirme así?

En el mismo capítulo leemos unas palabras de Jesús, que como siempre son sencillas pero realmente profundas:

«De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. 2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. 3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. 4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. 5 Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. 6 Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía. 7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. 9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. 10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. 11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. 12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. 13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, 15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. 16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.»

Yo ni soy pastor ni conozco a ningún pastor de ovejas. Pero leyendo estas palabras he buscado cómo era un redil en aquella época. Hoy se parecen pero son más modernos.

Un redil era un lugar cerrado con piedras apiladas. No tenían el techo cerrado pero las paredes eran lo suficientemente altas para intentar que no entrase nadie a robar o matar a los animales.

Y solo tenían una puerta pequeña. En la puerta podría estar el pastor o alguien asalariado para velar por la seguridad de las ovejas.

Pero las ovejas solo confiaban en la voz del pastor para entrar y salir y el pastor, que las conoce por su nombre, las guiaba y cuidaba de ellas.

Y esta enseñanza era importante para las personas que le escucharon.

Las personas que escucharon estas palabras eran los religiosos de la época, los que pensaban que conocían a Dios y al mismo tiempo sentían que Jesús era un intruso. Eran personas que conocían bien las escrituras pero no querían cambiar.

No tenían bastante con ver a Jesús ayudando y sanando a otros. Tampoco valoraron que Jesús compartiera el mensaje del Evangelio para que más personas conociesen a Dios.

Estos se parecían más a los ladrones y a los extraños de los que hablaba Jesús, porque atacaban a las personas y no les guiaban a Dios porque el mensaje que compartían estaba manipulado.

A estas personas y a nosotros Jesús nos está diciendo:

1.Yo soy la puerta de las ovejas.
Él es la puerta, es el único acceso para llegar a Dios.

Así como las ovejas no podían entrar ni salir sino pasaban por la puerta, Jesús es el único por el que podemos acercarnos y reconciliarnos con Dios. Nosotros somos las ovejas.

Aquellas personas que escucharon estas palabras intimidaban a los que querían conocer a Dios, les cargaban con tradiciones que ellos mismos incumplían. Y criticaban a todos los que no seguían sus normas a raja tabla.

Atacaban a Jesús por envidia y porque compartía el verdadero mensaje de Dios.

Y esto les dejaba en mal lugar.

2. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

Solo Jesús es necesario y suficiente para que podamos salvarnos.

No hay nadie más mediante el cual podamos reconciliarnos con Dios por nuestros pecados.

Él dijo que no era como el ladrón, que viene para hurtar y matar y destruir; No es alguien que viene a manipularte ni a quitarte nada sino a darte. Dijo » yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia»

Porque la vida que Jesús entrega a todos los que confían en Él es mucho más que la que nos ha tocado vivir, es algo mucho más profundo porque no se limita a la actualidad inestable sino a la eternidad.

Nos da una vida que satisface nuestro interior aunque nos duelan las circunstancias.

3.Jesús siguió diciendo: Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.

Él dijo que era la puerta pero al mismo tiempo es el Pastor.

Y nos dice que se implica hasta las últimas consecuencias, invierte su vida en sus ovejas. No como otros que ven el peligro y huyen, no como algunas personas que nos defraudan o a las que defraudamos.

Jesús mantuvo su obediencia y su fidelidad a Dios por nosotros hasta la muerte.
Recordemos que al principio del Evangelio de Juan se habla de Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Porque Jesús sería sacrificado en la Cruz para limpiar nuestros pecados y reconciliarnos con Dios.

4.Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, 15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

Jesús sigue diciendo que es el buen pastor. Así como el pastor conoce perfectamente las necesidades de sus ovejas, el lugar más adecuado para que se alimenten y cómo ayudar a las que se han caído, a Jesús no se le escapa un detalle de nuestra vida.

Él conoce la vida de los cristianos y de los que no lo son.

Pero aquí se está refiriendo a sus ovejas.

Él sabe quiénes somos en lo más profundo de nuestro interior. Conoce nuestros pensamientos, nuestras palabras y acciones. Toda nuestra vida está abierta a la mente de Dios.

Pero también nos dice de sus ovejas que le conocemos. Hay un conocimiento mutuo.

Tal vez para vosotros sea más fácil pero para mí supone algo muy importante. Porque para estar seguro y comprender que mi pastor está pendiente, para sentir su paz y su consuelo tengo que conocerle a través de la Biblia. No hay otra manera de conocer a Dios sino a través de la Biblia.

En este mismo versículo vemos algo muy importante:

La relación del Pastor con sus ovejas es como el conocimiento que Dios Padre tiene de su hijo y el hijo tiene de su Padre. Es una relación única, de amor y obediencia. Así como el Hijo de Dios conocía, amaba y obedecía a su Padre los que nos llamamos cristianos tenemos que conocer, amar y obedecer a Jesús.

En este versículo volvemos a leer que él pone su vida por las ovejas.

Jesús nos dice que está decidido a entregar su vida, es algo que hace voluntariamente y lo hace porque tiene una misión desde que nació.

La misión del Hijo de Dios era venir al mundo, vivir como le pidió su Padre y cargar con nuestros pecados muriendo en una Cruz. Es un mandamiento que recibió de Dios Padre y que estaba decidido a obedecer.

Como decía al principio , yo encuentro consuelo en las palabras de Jesús porque solo él es la puerta y el Buen Pastor.

Pero todos queremos alejarnos de la imagen de una oveja perdida.

Si tuviéramos que ser ovejas, seríamos de las que nunca se pierden, de las que sobresalen porque son obedientes, las que siempre encuentran el mejor alimento sin ayuda del pastor.

Pero las ovejas no son así, son frágiles, vulnerables y dependen del pastor para seguir adelante. Él sabe como proteger a las suyas, sabe donde está el mejor lugar para alimentarlas, sabe qué hacer cuando alguna se aparta o incluso cómo sanar a la que se hace daño. Sabe incluso lo que necesitamos cuando nos despistamos.

Y si reflexionamos, si vemos nuestra vida y la situación de este mundo realmente todos necesitamos al pastor que describe la Biblia.

Es el único que en medio del dolor y  la incertidumbre nos dice:

«Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.»
S. Juan 10:27-30

Estas palabras traen esperanza y consuelo para cada momento de nuestra vida.

Pero al mismo tiempo deberían llevarnos al compromiso.

Las ovejas que describe Jesús:

-Oyen su voz
-Él las conoce
-Siguen al Pastor

Así que aunque haya mucho que oír, aunque haya mucha información interesante a nuestro alrededor, aunque haya personas muy sabias que nos puedan ayudar, lo primero que puede cambiar nuestra vida es oír a Jesús.

Él nos conoce, él es Dios y nada está oculto a su conocimiento. Así que oírle y ser conscientes de que Dios sabe absolutamente todo nos lleva a una tercera idea. Seguir a Jesús.

Seguir a Jesús no siempre era seguir físicamente a una persona, Jesús le dijo a una persona que el sanó que se quedara en su casa explicando todo lo que Jesús había hecho por él. El endemoniado gadareno.

En otras ocasiones seguir a Jesús era abandonar lo que estuvieran haciendo como aquellos pescadores o Mateo el recaudador de impuestos.

Pero era algo interior y también algo muy práctico, era confiarle la vida al que venía de Dios.

Hoy seguir a Jesús es algo más que escuchar música cristiana o mensajes bíblicos.

Es algo más profundo y más íntimo.

Primero seguir a Jesús es saber quién es él y quienes somos nosotros.

Él es la Puerta para llegar a Dios, El Buen Pastor pero es mucho más.

Seguir a Jesús es reconocer que no somos perfectos delante de Dios porque todos le hemos fallado.

Por más que nos guste comparamos con otras personas, no hay nadie como Jesús.

Porque solo Jesús, viendo nuestro pecado y sabiendo que sólo la muerte de alguien perfecto podría reconciliarnos con Dios, decidió venir al mundo a sacrificarse en nuestro lugar.

Así que seguirle es reconocer que nuestros pecados nos alejan de Dios y cambiar.

Se trata de confiar en Jesús como Salvador y seguir adelante confiándole nuestra vida.

Porque sólo él cargó con nuestros pecados en aquella cruz, solo creyendo en él podemos reconciliarnos con Dios.

Así que oírle, saber que él te conoce y seguirle lleva a algo mucho más grande:

«y yo les doy vida eterna;
y no perecerán jamás,
ni nadie las arrebatará de mi mano. »

Si confiamos en Jesús como Salvador él nos da vida eterna.

Vida eterna ¡Es una vida que no se termina!

Ya sé que esto no nos entra en la mente porque todo lo que vemos es temporal, inestable y pocos trabajos y relaciones duran en estos días.

Pero lo que Jesús dice es que a los suyos les da vida eterna, algo que va más allá del dolor que podamos sufrir hoy. Jesús ofrece una vida después de la muerte donde no hay sufrimiento.

Es una vida con el pastor que nunca se apartará de nosotros.

Y es que como digo siempre, Jesús no es un Maestro que da buenas lecciones y luego ya te apañarás.

Él es el Maestro que se implica en darnos las fuerzas necesarias para seguirle, no solo mientras vivamos.

Él nos dice que aunque muramos físicamente, no moriremos para siempre.

Esta vida que Jesús ofrece es una vida segura pero no quiero confundir a nadie.

Al confiar en Jesús seguimos teniendo problemas. Hay circunstancias y personas que quieren alejarnos de Dios. La sociedad en la que vivimos no busca precisamente acercarnos a Dios sino alejarnos. Y todos tenemos tentaciones cada día.

Pero Jesús dice a los que le escuchamos, a los que le seguimos confiando en Él, que no habrá nadie que pueda arrebatarnos de su mano. Así que estamos en buenas manos aunque vivamos en esta época de incertidumbre.

Estas palabras de consuelo también nos hacen pensar en las personas que escucharon este mensaje por primera vez.

Alguno pensaría: Jesús estas palabras me conmueven pero tu no dejas de ser un hombre. Te he visto hacer cosas increíbles pero no sé, de ahí a decirme que tu mano será suficiente…

Pero Jesús añadió a sus palabras:

«Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.»

Jesús quiso dejar claro quién era él.
El Hijo de Dios, el Hijo del Padre que le dio las ovejas, el Hijo del Padre que es mayor que todos.

Vemos que no solo la mano de Jesús es poderosa sino la de su Padre, porque los dos tienen el mismo propósito para nuestra vida.  Los dos están involucrados en el mismo objetivo de salvarnos y mantenernos a su lado.

Así que no estamos solos, por muchos altibajos y situaciones que no entendamos en nuestra vida, estamos realmente seguros en Dios cuando confiamos en Jesús como Salvador.

Que Dios nos ayude a entender las palabras de Jesús, porque son sus palabras y no las de otras personas las que nos dan esperanza.

Son las palabras del Buen Pastor, el que nos conoce y está realmente preparado para guiar nuestra vida.

Que Dios nos ayude a ser ovejas que conocen a Jesús, que le escuchemos con atención y solo le sigamos a Él.

Para que aunque suceda el más terrible de nuestros miedos, sintamos su calma, su presencia en nuestro interior y descansemos seguros para siempre.

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